En el pequeño espacio de la región ausente, experimento una presión sin expresión.
Un cúmulo de razones desde el sudor de la cruente. Una emoción ya sin razón.
Me despierto a las seis o a las veinte. Sintiendo el mismo ácido interior,
que osa bajar por la garganta sin hacer caso al pulmón y se posa en la boca del estómago.
Contaminando el esternón.
No experimento ganas para levantarme, tampoco la energía del lirón.
Sólo me entrego a la existencia un día, casualmente, sin la sonrisa de Sísifo .
Sin expresión.
Caso omiso a las ventajas circunstanciales de la vida.
Extrañando lo que nunca viste,
deseando lo que jamás tendré,
esperando por los imposibles.